Vértigo

Asusta lo rápido que pasa el tiempo… No hace falta echar la vista mucho tiempo atrás, sino darnos cuenta de en qué punto estamos ahora mismo. Cuando despedimos un año, al principio nos cuesta un poco cambiar el chip, pero de repente, los días empiezan a sucederse unos a otros y acabas sin darte cuenta en mitad de año y con los propósitos todavía escritos en un papel, pendientes de concesión.

En tan solo un pestañeo, tu vida no ha dejado de girar. Te empeñaste en conseguir todas tus metas, en seguir creciendo, en no mirar atrás ni para coger impulso… y, ahora que llegaste a la cima, te das cuenta de que te olvidaste lo más importante: la bandera.

La seña que coronaría la cima de tus éxitos, el adiós a tus miedos y la bienvenida a tu nuevo «yo». Sin embargo, el simple hecho de mirar hacia abajo para ver si eres capaz de localizarla, hace que empieces a temblar… una sensación de peligro e inseguridad inundan tu cuerpo y no sabes cómo reaccionar. Estabas tan ocupado cumpliendo tus objetivos que no fuiste consciente de lo que realmente conllevaba todo aquello: Vértigo.

Te sientes al filo del abismo, crees no ser capaz de haber hecho todo eso en un abrir y cerrar de ojos y tan sólo el pensar en lo que viene después, te aterra. Sientes que no estás preparado, que todo te viene grande, no ves la salida de emergencia, no hay nadie…

¿Y ahora qué?

El tiempo no se para, tus decisiones fueron firmes. Dejaste atrás miles de oportunidades para coger cientos de otras. Pero, ¿realmente pensaste en las consecuencias?, ¿pensaste en todo lo que eso implicaba? La respuesta es simple: no.

A veces, intentamos mantener nuestra mente ocupada para no vernos asfixiados por los problemas que nos rodean y las situaciones complicadas; parece que las afrontamos, pero en realidad al estar con la mente en otra cosa, pasan desapercibidas. Y de pronto, cuando la calma vuelve a tu vida, tu organismo no lo soporta y se colapsa… Perdiste el control.

Anuncio publicitario