¿Y si…?

17 de agosto de 2017

Un día como otro cualquiera hasta que el mundo se detiene a las cinco y media de la tarde cuando empiezas a recibir noticias de que una furgoneta ha arrollado a varios viandantes en las Ramblas de Barcelona.

Poco a poco se va ampliando la información y conociendo los detalles… un nuevo ataque terrorista. Inevitablemente el desconcierto y el miedo ante la vulnerabilidad nos hacen cuestionarnos todo: ¿por qué? ¿hasta cuándo? ¿qué podemos hacer? (…) Desgraciadamente no son hechos aislados en el sentido de que a diario en diferentes partes del mundo se sucede la barbarie, pero el ser humano está tan ocupado mirando su propio ombligo que hasta que no le sopla el viento en la cara no es capaz de levantar la vista para ver qué sucede a su alrededor.

Triste, muy triste que estés disfrutando de un paseo pensando en si encontrarás esas zapatillas en tu tienda de deporte favorita o si la cita a ciegas que te prepararon tus amigos saldrá a pedir de boca y de repente… en un segundo se te escape la vida… O tal vez, ese día se te olvidó coger las llaves del coche antes de salir de casa y volviste a entrar y esos cinco minutos de contratiempo te salvaron la vida.

Pero… ¿y si te toca? ¿y si ese día te despiertas pensando en que puede ser un gran día o amaneces con esa cara de gruñón porque el despertador no ha dejado de sonar y aún así llegas tarde y lo único que quieres es correr para evitar que tu jefe te eche la bronca? ¿y si deja de importar si llegas tarde o no porque algo interrumpe tu rutina de forma desagradable y todo se detiene, y tal vez, para siempre?

Hoy en día con las redes sociales empleamos tanto tiempo en intentar transmitir en vivo la función de nuestra vida que nos olvidamos de vivirla. Cuando ves que niños pequeños estaban en el momento equivocado en el lugar de un infortunio de unas magnitudes como estas, te replanteas si de verdad estás viviendo la vida que quieres vivir y si realmente el mundo se parase para ti, ¿estarías satisfecho con lo vivido?

Cuántas conversaciones habremos dejado reproduciéndose en nuestra cabeza por miedo a que el temblor de nuestros labios provocara una interacción inesperada en nuestros interlocutores. Cuántas discusiones absurdas que se podrían haber evitado si nuestra cabezonería no nos hubiese nublado la razón. Cuántos sueños por cumplir. Cuántos besos y abrazos que sentimos que no dimos con suficiente intensidad por estar acostumbrados a vernos a diario. Cuántas canciones que sonaban en la radio que se quedaron esperando una dedicatoria… Cuántas cosas… cuánto amor… cuánta vida…

Pero la verdad es que nadie se olvida aunque no esté físicamente con nosotros si sigue vivo en nuestros corazones. Y a pesar de todo, las lecciones de vida y las ilusiones de seguir adelante que transmitían vuestras ganas de vivir son los motivos por los que merece seguir sonriendo a la vida y ganar la batalla al odio con muchísimo más amor.

La rapidez de los cuerpos de seguridad, nuestra sanidad pública y la solidaridad de nuestro país, son el claro ejemplo de que tenemos más cosas que nos unen que las que nos desunen y que ante la adversidad somos los primeros en darnos la mano dejando las diferencias atrás. ¿Por qué esperar a una catástrofe para dar ejemplo? ¿Por qué no engrandecer lo que nos une y dejar a un lado las polémicas que no nos llevan a nada más que a conversaciones de besugos?

 

Juntos, molamos más.

 

Todo mi apoyo a los familiares de las víctimas y a la ciudad de Barcelona. Gracias eternas a los que velan por nuestra seguridad y a los que nos cuidan. #NoTincPor 

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Plaça d’Europa, 2014

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