¿Qué es el éxito?
Supongo que todos en algún momento de nuestra vida nos hemos hecho esta pregunta, sobre todo en una época en la que sentíamos que no avanzábamos y que todo el mundo de nuestro alrededor nos comenzaba a adelantar por la derecha e incluso por la izquierda sin tener siquiera tiempo de reacción.
Sentirnos estancados y poco realizados nos llena de inseguridades que nos conducen al error: compararnos con los demás. Nos pasamos la vida intentando cumplir nuestros sueños, tropezando con miles de piedras, cayendo y sufriendo con cada puerta que se cierra delante de nuestras narices, y cuando vemos que alguien lo consigue aparentemente sin el mínimo esfuerzo nos sentimos los más fracasados del planeta. Olvidamos todo el camino recorrido y alargamos el poco trayecto que nos queda para plantar la bandera en la cima.
Puede que la sociedad y la constante lucha por la supervivencia en un sistema en el que siempre se ha fomentado la jerarquía y no la equidad nos haya llevado a esta vorágine de sentimientos contradictorios; la envidia sana por que a un amigo le vaya bien en lo que tanto lleva trabajando, los celos por aquel desconocido que consigue a la primera tu puesto de trabajo y el sentimiento de frustración propia.
La verdad es que estos sentimientos derivan de un profundo desconocimiento de la realidad y de la influencia de los prejuicios. Llevamos siempre un embudo a cuestas cargado de «yoísmo» por el que nuestros problemas serán sin duda los más grandes del mundo y no seremos capaces de ver que tal vez nuestro vecino esté en la misma situación o que incluso su camino sea más complejo que el nuestro pero que cuyas circunstancias personales o profesionales no conocemos, solamente nos fijamos en el resultado; en ese cuadro enmarcado en la pared, en el trofeo más reluciente de la vitrina, en la foto de portada de su perfil de Facebook donde tan feliz se le ve, etc.
No somos capaces de ver que donde la luz alumbra hoy, puede que un día también formase parte de la oscuridad de las bambalinas donde ni los operarios sabían que existía; pero claro, esa parte no suele mostrarse nunca ni guardarse como oro en paño. Ahí está el gran error del concepto más extendido del éxito.
El éxito no se trata de resultados, sino de todo el proceso que te ha llevado hasta ahí. El éxito no da ni quita la razón a las cosas, el éxito es hacerlas y cada uno tenemos un éxito personal y diferente. Es más, el éxito se mide por tu camino, no por mirar el de los demás. Para alguien el éxito puede ser trabajar en lo que le gusta y ganar mucho dinero y para otro poder estar en casa tranquilamente viendo una película un domingo por la tarde con su familia; o tener el coraje de afrontar el miedo a las alturas para coger un avión cada fin de semana y descubrir un lugar diferente; o conseguir la aprobación de un familiar que no apostaba por tu talento…
Estamos tan acostumbrados a hablar de lo que podemos ver o tocar que aquello que no es perceptible al ojo humano y va más allá de un objeto o reconocimiento público lo pasamos por alto y pensamos que porque alguien dedicado a la vida pública deje de aparecer en televisión ya ha pasado a ser un juguete roto, pero nada más lejos de la realidad, puede que esté ganándose la vida en otro sub-sector que le permite ser feliz y ahí, haciendo lo que le gusta de una manera más humilde a la visión de la farándula, reside su éxito.
No se trata de encasillar a alguien por los triunfos cosechados, sino de valorar las veces que ha sabido levantarse después de cada «no» y ha seguido adelante aunque aún no haya llegado a la meta fijada. Cada día está más cerca de ella, pero no lo sabe y tal vez piense que vive en una tormenta constante, sin embargo, cuando menos se lo espere, un arcoiris brotará de la aparente nada y una calma le inundará como si de un alivio se tratase… solo es cuestión de esperar, tener claras tus ideas y no tirar nunca la toalla.
Nosotros mismos nos ponemos los límites y nosotros mismos podemos superarlos. Ser feliz, a nuestra manera, no hacen falta más etiquetas.