«Podrás tener dos canciones favoritas, pero no podrás bailarlas a la vez«. Esas palabras resonaban en su cabeza constantemente. Fue su frase de despedida. Dio un portazo al corazón dejándome sin apenas tiempo de reacción. Sé que me equivoqué, que no debí haberme dejado llevar… pero la lujuria siempre pudo más.