Sevilla estaba deseando volver a iluminarse, la puerta de la ciudad cambió de ubicación durante una semana… Bienvenidos/as al Real de la Feria.
El sábado 30 de abril, tras la famosa cena del pescaito, se encendían las luces de la feria minutos antes de que dieran las doce de la noche, para que fuese abril y no mayo quien diese comienzo a otra semana grande de la capital hispalense.
Gentío por doquier, sobre todo en los primeros días… se palpaba en el ambiente las ganas de pasarlo bien y no es que la gente tuviera ganas de pasarlo bien, sino que la gente necesitaba pasarlo bien. Tras más de dos años de pandemia llegaba «la vuelta a la normalidad» sin apenas restricciones y con una normalización de aquel virus desconocido que vino para quedarse.
Hubo días en los que la lluvia hizo acto de presencia y los farolillos que adornaban las calles fueron su diana favorita, pero eso no paró la fiesta: paraguas, zapatos adecuados para recorrer el albero que se había convertido en barro y pálante.
Días de reencuentro, cante, baile, rebujito, cacharritos… como si nada hubiera pasado… pero pasó y por eso celebramos la vida, porque somos conscientes de que en un instante puede cambiar todo.
Vistos los casos positivos que están saliendo tras la feria, igual debemos de reconocer que la intensidad se nos ha ido un poco de las manos, que no hemos sido del todo prudentes y que hay que seguir con ciertas precauciones y lo más importante, hay que vacunarse, para que los síntomas sean los más leves posible.
Sea como fuere, seguimos aquí. Gracias por tener siempre Una Historia Más que contar.
