Hace unos días leí un post en Instagram que hablaba sobre cómo afrontamos las realidades que son ajenas a nosotros; me explico, a veces alguien nos cuenta algo y nosotros con toda la buena intención del mundo damos nuestra opinión y aportamos un consejo que a nosotros nos parece bueno porque lo usamos y nos sirvió, pero claro, a nosotros.
No todo el mundo es igual. No todo el mundo vive las mismas circunstancias. No todo el mundo piensa igual. No todo el mundo siente igual. No todo el mundo reacciona igual. No todo el mundo necesita lo mismo… y a veces estamos tan cegados con nuestra propia realidad que no somos capaces de entender que a lo mejor cuando tú necesitas cubrirte con un paraguas para no acabar resfriado por la lluvia, yo simplemente necesito que la naturaleza me riegue un poco las ideas y sin embargo tú con tu paraguas estás acabando conmigo.
Creo que aunque siempre se ha dicho que no hay mayor enemigo que uno mismo, el autoconocimiento es un gran superpoder para aprender a poner límites al resto porque sabes de sobra qué es lo que a ti te viene bien o mal, lo que pasa que en ocasiones lo difícil está en hacérselo ver a los demás de forma asertiva.
Sí, esa palabra que ahora está tan de moda junto con el amor propio y esa idea de «si no te quieres tú, nadie te va a querer»; pues igual sí, igual hay alguien dispuesto a quererte mientras tú aprendes a solucionar tu caos interno. Si te quedas agachado mirando el ovillo de lana enredado nunca vas a avanzar, pero si intentas desenredarlo mientras vas caminando, igual por el camino encuentras una mano amiga que aunque tal vez no sepa cómo ayudarte, estará dispuesta a esperarte.